Utilizan técnica japonesa para reforestar los santuarios de la mariposa monarca.

Investigadores devuelven a los suelos los nutrientes que perdieron por el uso agrícola

David Segoviano

Los trabajos de reforestación en zonas dañadas de la Reserva de la Biósfera Mariposa Monarca no siempre dan el resultado esperado por falta de una planeación adecuada. En ocasiones hay una baja supervivencia porque los árboles son plantados después de la época de lluvia y no reciben el agua necesaria o porque la tierra no tiene los nutrientes que requieren para su desarrollo.

Jorge Jaramillo, ingeniero agropecuario y doctor en biología, trabaja desde 2010 con otros investigadores en un plan de reforestación en la región michoacana de la Biósfera, con un programa de abonos orgánicos que ayudan a recuperar la tierra que tuvo un uso agrícola y que fue abandonada cuando dejó de ser productiva.

El equipo utiliza una técnica japonesa llamada bokashi, por la cual se puede fermentar la materia orgánica con la ayuda de levadura, que acelera el proceso de descomposición, y de 15 a 20 días está listo el abono para aplicarlo en el campo, en cualquier condición.

“Lo bonito de este abono es que puede producirse con cualquier desecho orgánico de la región, sean restos de algún cultivo, estiércol de ganado e incluso estamos haciendo pruebas para utilizar los biosólidos de las plantas de tratamiento de aguas residuales”, explicó.

A través del financiamiento de la Monarch Butterfly Fund de Estados Unidos, la asociación civil Alternare, que trabaja en Michoacán desde 1998, implementa este programa en conjunto con el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental y el Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad Campus Morelia, ambos de la UNAM.

El trabajo se realiza actualmente en; sin embargo, el especialista señala que puede replicarse no solo en el territorio mexiquense de la Reserva de la Biósfera Mariposa Monarca, sino en otras entidades donde se presente la misma problemática en la tierra.

En la zona de los santuarios de la mariposa monarca, este trabajo es vital. Jaramillo destacó que las mariposas monarca son un indicador de cómo estamos protegiendo el ecosistema, que además de albergar a estos insectos durante su época de hibernación, proveen muchos servicios ecosistémicos a mucha gente, incluidos los habitantes de la Ciudad de México.

“Esos bosques, nutren muchos de los mantos acuíferos que utiliza el Sistema Cutzamala, entonces es muy importante su conservación. Es una situación de ganar-ganar”, detalló.

 

Trabajo delimitado

Jaramillo destacó que el uso de suelo está ya delimitado en la región de los santuarios de la mariposa monarca, entre tierras agrícolas y zona forestal. El trabajo que hace este equipo de investigadores es de reforestación; sin embargo, no descartó que el rescate de suelos pueda enfocarse también en la producción agrícola.

“Las personas necesitan alimentarse y ahorita hay una importante alternativa económica, que son las huertas de aguacate, y este mismo abono podría utilizarse para que esas mismas zonas que ya fueron desmontados y abandonados los vuelvan más productivos con algo que les reditúe más dinero, pero lo importante es que lo que tenga aptitud forestal se pueda conservar”, afirmó.

La labor que realiza este equipo de investigadores se enfoca principalmente a zonas donde el suelo está muy deteriorado y falto de nutrientes. En muchas ocasiones se trata de tierras que en un principio fueron bosques, pero luego fueron utilizadas para trabajo agrícola y finalmente, cuando perdieron su valor productivo, fueron abandonadas.

“Cuando está muy mal el suelo vale la pena ayudarlo con estos abonos orgánicos y hacer que esté más receptivo para cualquier planta que se ponga ahí. Generalmente la gente que hace la reforestación no ve un beneficio a corto plazo, pero en este caso, como el abono funciona muy bien, los árboles crecen un poco más rápido y la gente se va motivando para hacer estas reforestaciones”, comentó.

Explicó que este programa también trae beneficios a las comunidades. El error en algunos programas de reforestación era que se pagaba la participación por unidad plantada, y las personas de la región buscaban alcanzar el mayor número de árboles para obtener una remuneración, pero no se veía reflejado un beneficio para la comunidad.

Hoy, se realiza una compensación por el trabajo realizado, pero se hace un pago en especie, y una asamblea de la comunidad decide qué hacer con esos recursos, como comprar materiales de construcción, instrumentos o artículos deportivos para una escuela, o cualquier necesidad que se pueda satisfacer en grupo.